viernes, 30 de octubre de 2009


EL EXILIO DE JUAN BAUTISTA ALBERDI EN CHILE: su incidencia en el sistema político argentino. *

A MODO DE INTRODUCCIÓN

Para encontrar el tipo de estadista y de fundador que tenga semejanza con Alberdi, hay que evocar la figura de Hamilton, pero con un Hamilton formado en la escuela de la persecución y con la maravillosa facultad que ningún otro escritor político ha tenido en el continente americano, de agregar a la fuerza persuasiva de la dialéctica el poder de un ingenio mordaz.
El nombre de Alberdi como organizador es único. Su nombre como escritor no tiene rivales. La virtud constante del desinterés, la más rara, la más alta y más aristocrática de las virtudes en que se basa el civismo, acaba de poner de manifiesto cual es la pureza del metal de que estaba hecha alma selecta.
La República Argentina no sólo tiene en Alberdi un grande hombre, sino un grande hombre que le podrían envidiar todos los pueblos, y que para su justa glorificación bien merece que se le inmolen los bastardos de la fama.
[1]

Disertar sobre el pensamiento y la obra de este ilustre patricio, es un tanto difícil, dado el conocimiento del mismo, en distintos grados, por cada uno de los aquí presentes, y a lo profuso y diverso de su obra.
Intentaremos acotar estas breves consideraciones, a su faz de pensador político y, dentro de la misma, a esa etapa de su vida – el exilio en la hermana República de Chile - que a nuestro criterio, contribuye decisivamente a consolidar la idea de la República posible, a través de la figura del ejecutivo fuerte, la que se plasmara palmariamente en nuestra Constitución Histórica; a la consideración de los aspectos medulares comunes a tres de sus escritos: El Fragmento preliminar al estudio del Derecho; La República Argentina, 37 años después de su Revolución de Mayo y Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina; y finalmente vincular la baja calidad de nuestras instituciones políticas republicanas con el ideario alberdiano.
Abordar este enfoque implica dejar de lado aspectos esenciales de su obra, en la inteligencia de atenernos al tema específico en cuestión.
De todas maneras, nos vemos obligados, cual vuelo de pájaro, a referirnos a algunos aspectos esenciales de su biografía intelectual y a las circunstancias que le dieron marco, lo que nos permitirá guiar el sentido de nuestras reflexiones.
Por último creemos pertinente aseverar que nos encontramos ante la obra de un hombre que generó y genera controversias, ya sea por una lectura ideológica, dogmática o por ser más citado que leído.
Desde lo personal, creo que nos encontramos ante un hombre – que como cualquiera de nosotros - tuvo aciertos y errores, que su vida intelectual presenta distintas etapas, que creció y maduró; que las vicisitudes de los tiempos políticos que le tocó vivir lo ubicaron en un pedestal o en el olvido, aspectos que se reflejan en sus escritos, a modo de ejemplo podríamos citar: El Fragmento preliminar al estudio del derecho, A 37 años de la Revolución de Mayo, Bases, Pequeños y grandes hombres del Plata, La Omnipotencia del Estado… Pero que de lo que no queda duda, es que, al decir del dicho español, dejó poso. En extrema síntesis un hombre superior.
Como es sabido, Juan Bautista Alberdi, nace en Tucumán el 29 de agoste de 1810 y fallece en París, rodeado de unos pocos amigos, el 19 de junio de 1884. Ochenta y tres años de vida intensa, entregados al servicio de su Patria y de sus ideas. La paradoja es que vivirá gran parte de ella en el exilio. Desde 1838, donde las circunstancias políticas que signaban la vida de la Patria, lo obligan a auto imponerse esta figura, hasta que finalmente sentadas las bases de la organización y restablecida la libertad, regresa al País en 1855; después vendrán los tiempos de Europa, su rápido paso por el Congreso, el escarnio, la muerte y el olvido.

LA GENERACIÓN DEL 37

“Si admitimos como signos distintivos de una generación - nos precisa Félix Weinberg – la circunstancia de que sus integrantes exterioricen independencia y aun originalidad en sus planteos y actitudes; homogeneidad en su enfoques analíticos y críticos de hombres, ideas y hechos; identidad y coherencia en el multiforme obrar intelectual y material; exaltación de los propios valores; premiosidad en renovar y perfeccionar la realidad heredada; y toma de conciencia de todo ese complejo fenómeno, entonces no cabe duda alguna que los jóvenes de 1837 se desempeñaron con sentido y perspectivas generacionales.”[2]
Esta Generación, en el sentido orteguiano de la misma, constituyó un verdadero movimiento intelectual. constituido por jóvenes procedentes de diversos lugares de la Patria, que fueron tejiendo su amistad en los claustros universitarios, y que con el tiempo evolucionó naturalmente, de grupos de estudio a tertulias intelectuales, donde los temas convocantes se difumaban en intereses literarios, políticos, artísticos, poéticos, musicales, filosóficos….
El común denominador que los aglutinaba – esto es: enarbolar la tradición de Mayo en la consecución de un gobierno libre y regular, basado en principios republicanos; la idea de progreso; la reorganización del país bajo la forma democrática; y el divorcio entre la nueva generación y los viejos partidos unitarios y federales[3] – los llevaría a transitar la casa de Cané, la Asociación de de Estudios Históricos y Sociales, la Librería de Marcos Sastre, el Salón Literario, la clandestinidad, el destierro y un lugar de honor – para aquellos que sobrevivieron – en la organización nacional posterior a Caseros. Su ideario ha quedado plasmado en El Dogma Socialista.
Entre sus referentes indiscutidos Juan Bautista Alberdi destaca claramente; quien conjuntamente con Gutiérrez y Echeverría constituyen el embrión del accionar de esta. Refiriéndose a los tiempos del inicio de la conjunción ilustre, los del salón de Madame de Mendeville, escribía: “ejercieron en mi ese profesorado indirecto, más eficaz que el de las escuelas, que es el de la simple amistad entre iguales. (…) A Echeverría debí la evolución que se operó en mi espíritu. (…) Echeverría y Gutiérrez propendían por sus aficiones y estudios a la literatura; yo a las materias filosóficas y sociales.”[4]

El Fragmento preliminar al estudio del Derecho: un sueño

En julio de 1837, a un mes de la organización del Salón Literario, publica uno de los documentos fundamentales de la época: El Fragmento preliminar al estudio del Derecho; quien desde los campos de la historia, de la política y de la filosofía del derecho apunta a la integración de una filosofía para llegar a una nacionalidad. Sus páginas reflejan la influencia intelectual de pensadores de talla, tales como Jouffroy, Condorcet, Vico, Leroux, Herder y Lerminier; donde el primer Alberdi, pone de manifiesto el fruto de lecturas y reflexiones maduras, al servicio de las necesidades de la Patria incipiente. Tan sólo tenía 26 años, un bagaje de lecturas meditas y un sólido grupo de amigos.
Creemos importante incluir una cita del mismo, referida a la soberanía del pueblo y su relación con la libertad, inspirada en la situación histórica y que, pese a su inteligente advertencia, perdimos en los oscuros caminos del populismo: “No es bastante tener brazos y pies para conducirse. La libertad no reside sólo en la voluntad, sino también en la inteligencia, en la moralidad, en la religiosidad, y en la materialidad. Tenemos ya una voluntad propia; nos falta una inteligencia propia… La soberanía pues pertenece a la inteligencia. El pueblo es soberano, cuando es inteligente.”[5]
La obra fijaba las ideas políticas y jurídicas de la nueva generación y a pesar de la precocidad del autor, es su inicial y mejor exposición – nos precisa Mayer[6] -, contiene en germen la mayor parte de las ideas, que desenvolvería, año tras año, con inflexible consecuencia, “el programa de los trabajos futuros de la inteligencia argentina”, hasta burilarlas en las Bases.
El trabajo estaba impregnado de historicismo, quedaban atrás el doctrinarismo de Bentham y de Tracy, que había guiado a los congresales de 1827. Pero lo más importante, es la adecuación de las ideas de Savigny y Lermienier al medio local y los rumbos que señalaba.
La época no era propicia para exponer ideas excéntricas. De pararrayos debió “hacer concesiones al sistema federal… a Rosas le repetí el calificativo de grande hombre que le daba todo el País.”[7] Lo que, de suyo, trajo aparejado críticas y discrepancias en ambas orillas del Plata.
Si bien, al decir de Ortega y Gasset, la mente es inasible, podemos inferir que nuestro Autor percibía claramente que sus ideas sólo podrían instrumentarse desde el poder. Quien lo detentaba, no estuvo a la altura de las circunstancias históricas, ya sea por no entenderlo, por que chocaba con sus intereses, o, simplemente teniendo en cuenta que la política es circunstancial, es entonces factible también conjeturar que Don Pedro de Angelis, después de leer este trabajo pudo “haber informado al dictador en mal sentido, sobre la índole política del libro”[8]. Como vemos los monjes negros no constituyen una exclusividad de nuestro tiempo. Lo cierto es que Rosas manifestó haber leído el folleto “con santo orgullo”[9] y, que después de Caseros al hacer un inventario de los pocos libros que se hallaron en Palermo, apareció un ejemplar del Fragmento.[10]

EL DESTIERRO

Los inicios del destierro

Comienza su periplo de destierro haciendo base en Montevideo, para cinco años después embarcarse, junto a Juan M. Gutiérrez, rumbo a Europa, donde se embebe directamente del progreso económico y comienza a esbozar los perfiles de su futura obra.
Es interesante considerar, en especial dentro de esta segunda etapa de su exilio, las corrientes intelectuales y la situación política imperante en Europa.[11]
La caída de Napoleón, trajo aparejada la restauración monárquica francesa y española, y por ende el rechazo a la organización republicana; y el nacimiento de una corriente intelectual - que repudiaba la anarquía revolucionaria – e intenta reconstruir un orden político estable. En este sentido destacan los tradicionalistas: Chateaubrian, de Maestre, de Bonald, Lamennais….; y por otra parte, los doctrinarios, como Royert Collard y Guizot, que proclaman bajo principios liberales una monarquía moderada, como la que se plasmó en la Francia de Luís Felipe de Orleans.
Es, durante este reinado, cuando Alberdi llega a Francia, con un conocimiento previo – adquirido en Montevideo – de la obra de pensadores conservadores como Tocqueville, Chevalier, Sismondi, Roger Collard y Guizot.
Es allí donde entrará en contacto con las ideas de Pellegrino Rossi[12], probablemente con las de Donoso Cortés[13], y profundizará el pensamiento de Saint Simont, cuyo Catecismo de industriales, impactará para siempre en Alberdi, dada la exaltación de la industria y el planteo ético del trabajo.
Finalmente recala en Chile, tercera y última etapa del exilio. Arribando a Valparaíso - ciudad con más de 60.000 habitantes, considerada capital económica de ese País - el 15 abril de 1844.

La República portaliana

El Chile de esos tiempos era el de la República portaliana, aquella parida en la revolución de 1829, que al triunfar los conservadores llevó al gobierno al general Prieto[14]. Comenzaba un interregno en la historia política institucional chilena, al que podríamos considerar fundacional.
Al respecto Tomás Iriarte expresa: “Este régimen, al que se calificó de autocrático, impero hasta el año 1861, el país era gobernado por el núcleo superior de altos militares, sacerdotes, universitarios y comerciantes, los descendientes de las antiguas familias, en su mayoría de origen vasco y los miembros capaces de las nuevas, que formaron una casta social emprendedora, culta y recatada.”[15]
Las gestiones presidenciales las ubicamos en las figuras de Prieto, Bulnes, Montt y Pérez. Quienes gobernaron bajo el imperio de la Constitución de 1833, de la que fueran sus arquitectos Portales, Egaña y Andrés Bello.
“Gozaba así Chile de un gobierno civilizado, que propendía al adelanto del país, al desarrollo de su bienestar y aseguraba los habitantes el goce de los derechos primordiales: el trabajar, de lanzarse en toda suerte de empresas, de escribir y pensar, y vivir bajo el amparo de las leyes, que habían sido aniquiladas en el Plata.”[16]
La clave de este sistema de transición no era otra que el orden en libertad.

La etapa chilena del destierro

Como es sabido, Chile albergaba a muchos argentinos, que huyendo del caos que asolaba a su tierra, encontraron allende los Andes el cobijo necesario a sus penurias, y la tribuna apropiada para la difusión de sus ideas.
La presencia de los mismos, junto la de otros europeos, insertó un nuevo clima espiritual e intelectual; donde las ideas de la libertad y el espíritu de la Generación del 37, encontraron acogida y el campo propicio para su difusión.
La inserción de nuestro Autor en la sociedad chilena fue rápida y natural, a través de relaciones fundadas en antiguos vínculos iniciados en su Provincia.[17]
Logra subsistir inicialmente en medio de pobrezas y privaciones, utilizando su pluma. Posteriormente, después de reanudar sus estudios de derecho, se graduó como abogado.
Con el correr del tiempo, en esos sus años de acción incursionará exitosamente en los foros locales; en los principales periódicos, los que a su vez le sirven de tribuna de libertad; cosechará nuevos amigos argentinos y chilenos, varios de ellos vinculados a la República portaliana, tal es el caso de Montt, del mismo Mariano Egaña y del general Bulnes, por quien sintió una particular admiración.[18]

Tiempos de reflexión y maduración

Dadas las condiciones que le proporcionaba el país hermano – además de las propias de su edad, experiencias, lecturas, reflexiones, tertulias, de trabajo, entre otras – comienza a madurar su pensamiento influenciado por la vertiente conservadora.[19].
Están muy presentes en su mente las respuestas: intelectual y política europeas de su tiempo[20]; la estable y conservadora dada por el sistema político norteamericana; y el Chile portaliano, decisivo en la configuración de su ideario.
En este último caso su experiencia es directa, llega a ese régimen conservador en 1844, conviviendo en el mismo durante casi once años, donde el orden y ambiente cultural destacaban. Para ahondar en sus impresiones basta consultar en su Biografía del general Bulnes, donde al decir de Pérez Gilhou, “marcará con sorprendente justeza las notas del conservadorismo. Y allí su adhesión a tal forma de pensar”, llegando “a tal filiación al culminar su proceso intelectual en 1852.”[21]
“Sus estudios y su profesión lo han tornado – relata en una de sus Cartas Quillotanas – analítico y prudente, se ha acostumbrado a discernir sin apresuramientos.”[22]
Es que “el ambiente chileno lo moldeó, nos relata Francisco Encina[23], recibió cultura efectiva, lastre intelectual y una experiencia política que no sólo centro y atornilló aún olla de grillos sino que también uniéndose al recio instinto político de los hijos del Plata, hizo posible la confederación argentina, no por una copia imbécil de la fórmula política de Chile, sino por la quiebra de la ideología política que profesaba en el contacto con la realidad chilena.”
Dardo Pérez Guilhou, asevera que “hay líneas que pueden tenderse desde el Fragmento Preliminar hasta Las Bases, pero es fundamental reconocer como un permanente enriquecimiento proviene de continuas lecturas, meditaciones y experiencias, hacen que el hombre maduro contemporáneo de Caseros sea distinto del joven doctrinario del salón de marcos Sastre.”[24]
Es que el exilio enriqueció paulatinamente su conocimiento, ya que tanto Montevideo como Santiago, eran ciudades abiertas a las novedades europeas y americanas.
Por otra parte, es interesante considerar que los cambios políticos en Europa, derivados de la revolución de 1848, habían puesto en crisis la teoría política vigente; aspecto que da lugar a que Alberdi pierda interés por los autores franceses, revalorice el papel de nuestras raíces hispánicas, y desarrolle una sana admiración por el sistema norteamericano.
Serán tiempos de solaz, de estudio, de análisis, de tertulias, de producción literaria, pero fundamentalmente de reflexión sobre el futuro de su Patria. Comienza a transitar la etapa de maduración.
Es este el momento donde se visualiza, una cuasi perfecta coherencia interna en tres obras que persiguen un mismo objetivo, dar a la Patria su organización política: el Fragmento – sueño de un joven idealista en tiempos de juventud -, La República Argentina, 37 años después de su Revolución de Mayo -: una probabilidad cierta -, y Bases – embrión de la formalización del un pacto político posterior a Caseros; que delinean el pensamiento de un estadista.

La República Argentina, 37 años después de su Revolución de Mayo: una probabilidad cierta.

En 1847, cinco años antes de la caída de Rosas, escribió Alberdi: “Rivadavia - proclamó la idea de la unidad: Rosas la ha realizado. Entre los federales y los unitarios han centralizado la República; lo que quiere decir que la cuestión es de voces, que encubren una fogosidad de pueblos jóvenes, y que en el fondo, tanto uno como otro, han servido a su patria, promoviendo su nacional unidad. Los unitarios han perdido; pero ha triunfado la unidad. Han vencido los federales; pero la federación ha sucumbido. El hecho es que del seno de esta guerra de nombres ha salido formado el poder, sin el cual es irrealizable la sociedad, y la libertad misma imposible”.[25]
Alrededor de mediados de la década del cuarenta, la situación política, institucional, económica y social de la Confederación Argentina se hacía insostenible. Las diferencias entre el general Don Justo José de Urquiza con el régimen saladerista, eran más que evidentes. Aspecto que no pasa inadvertido para Esteban Echeverría, líder indiscutido de la Joven Argentina, ya para esos tiempos reorganizada en Montevideo bajo el nombre de Asociación de Mayo; y reimpresa la segunda edición de Dogma Socialista en el Plata desde el año 37.
Es así como el 19 de septiembre de 1846 le remite al Gobernador de Entre Ríos un ejemplar del Dogma, especificándole en la misiva con que se lo dirigiera: “Nos asiste el convencimiento que nadie en la República Argentina está en situación más ventajosa que V.E., para ponerse al frente de ese partido nacional y para promover con suceso la fraternidad de todos los argentinos y la pacificación de nuestras tierras.”[26] Alberdi también advirtió que a pesar de los compromisos que lo ligaban a Rosas, sería el misterioso sucesor.[27]
La vida de Echeverría comenzaba a extinguirse, la tuberculosis lo devoraba. Comprendía, claramente, que la misión de la Joven Argentina estaba aun lejos de concluirse, es entonces, donde confía expresamente la ejecución de la etapa final a nuestro Autor: “lego a mi amigo Alberdi, el pensamiento, dado el caso que me falte la vida para realizarlo.” La elección, afirma Mayer fue acertada, y el Dogma tuvo su consagración triunfal en las Bases, al asomar a los pocos años la aurora.[28]
Alberdi contesta a Echeverría, comprometiéndose a escribir un panfleto para distribuir en el Interior de la Argentina, nacía en su mente La República Argentina, 37 años después de su Revolución de Mayo, escrito “donde demostró mayor madurez, patriotismo y ubicación por encima de los bandos en pugna”.
A nuestro criterio, constituye el documento que articulará, ante una probabilidad cierta de alcanzar la concreción del ideario de su generación, a su Fragmento preliminar al estudio del Derecho, con sus posterior Bases.
Tres escritos centrales en el camino a la Constitución, tanto por sus contenidos como por la coherencia interna manifiesta en su conjunto.
A 37 años de la Revolución de Mayo sale a luz en 1847. Sus contenidos pueden ser resumidos en la búsqueda afanosa del orden que requería la Patria infructuosamente, desde hacía casi cuarenta años.
Es que la distancia – asevera Pérez Gilhou – le permite valorar el país, justificar la acción de Rosas en pro del orden y unidad nacional, apreciar la potencialidad de los gobernadores de provincia, “que antes eran repelidos con el nombre de caciques”, y criticar duramente la dictadura discrecional por no sujetarse a la ley, no organizar el orden para sacarlo de la inconsecuencia y darle continuidad.”(…) “En síntesis urge a Rosas a constitucionalizar el orden precario que tenía para hacerlo estable y evitar la inconsecuencia.” [29]
Otra vez Rosas en su pensamiento, al igual que en oportunidad de publicar su Fragmento; es la aporía que pone de manifiesto al estadista, que en clave política interpretamos como flujo de un claro concepto de prudencia política, ya que visualizaba en esas circunstancias históricas, que sólo quien detentaba el poder, en tanto y en cuanto cambiara el rumbo de su gobierno, era el único que fácticamente podía concretar institucionalmente los objetivos de Mayo. Todo ello, discrepando con el régimen saladerista y el accionar de su conductor
Esta actitud le traería aparejado críticas, incomprensiones y sinsabores, fundamentalmente de los integrantes de la comunidad de exiliados argentinos en Montevideo, Brasil y del mismo Chile; “es que no entendieron ni la defensa del orden ni en ponerse por encima de los errores de unitarios y federales. Solamente Félix Frías encontró que había escrito con colores nacionales y ante el extranjero para los hombres todos.”[30]

Bases y puntos de partida para la organización política de la República Argentina: el embrión de formalización del pacto político posterior a Caseros.

“Un expatriado que no figuraba en los centros directores, Alberdi fue el autor inesperado del pensamiento nacional, y que lo encarnó brillantemente, con la pluma que lo puso a la cabeza de los polemistas. Desde que comenzó la nueva lucha entre Buenos Aires y las provincias, Alberdi no dejó de escribir a favor de su idea. Idea común, idea de todos, es verdad. Alberdi no tiene la originalidad que pudiera reclamar el autor de un sistema inédito. Hamilton tampoco fue autor único y original del sistema implantado por la Convención de Filadelfia. Antes que él un comerciante de la misma ciudad, Webster, formuló en términos de una precisión insuperable, todo lo que constituye el sistema de gobierno de los Estados unidos. (…) Sin embargo, esto no disminuye la importancia de Hamilton, puesto que Hamilton y no Webster es autor de las exposiciones de El Federalista”(…)“Y Alberdi, no sólo formulo la ley que otros también formulaban como él, sino que construyó la doctrina infiriéndola de los hechos históricos.” [31]
Así se refería a Alberdi, el ilustre historiador mejicano D Carlos Pereyra en las primeras décadas del siglo XX.
El 3 de febrero de 1852, constituye un hito relevante, en nuestra historia política institucional. Unos meses después, finalizando mayo, Alberdi distribuye los primeros ejemplares de sus Bases. En la misiva del que le envía a Urquiza escribía: “Los argentinos de todas partes, aun los más humildes y desconocidos, somos deudores a V.E. de nuestra perpetua gratitud, por la heroicidad y el ejemplo con que ha sabido restablecer la libertad de la patria anonadada por tantos años…abrigo la persuasión de que la inmensa gloria que a nadie pertenece hasta aquí de dar una constitución verdadera a la República, está reservada a la estrella feliz que guía los pasos de V.E. Con este convencimiento he consagrado muchas noches a la redacción del libro sobre las bases de la organización política para nuestro país, que tengo el honor de someter al excelente buen sentido de V.E. En el no hay nada mío, sino el trabajo de expresar débilmente, lo que pertenece al buen sentido general de esta época y a la experiencia de nuestro país.”[32]
Sentadas las condiciones, Alberdi ponía al servicio del poder, ejercido por quien llevó al triunfo el anhelo de la organización constitucional postergada, su inteligencia y el producto de años de meditación. El ciclo iniciado por la Generación de Mayo, estaba en las vísperas de su concreción por la generación del 37.
No fue la única obra escrita en esos meses con propósitos similares, tal es el caso de los trabajos de Sarmiento, Juan Ramón Muñoz, Juan Llerena, Mariano Fragueiro o Mitre. Todas ellas inspiraban ideas semejantes, pero no tenían su nitidez.
Un año después, los convencionales nacionales reunidos en Santa Fe, se inspirarían en gran parte del proyecto alberdiano para dar a la República, nuestra Constitución Histórica.
El pensamiento central, escribe Alberdi, era “que la organización política y social de América dependía del transvasamiento en suelo desierto, de la civilización europea y cristiana, implantada por los reyes de España, pero que luego se había marchitado bajo un régimen vetusto.”[33] Nos muestra así que el problema político se reducía en el fondo, a un problema social, y la única manera de solucionarlo era el trasplante de la civilización europea.
Esta obra se caracteriza por su claridad en la exposición de sus ideas, exactitud de los juicios, la comprensión íntima del clima, de las dolencias económicas y sociales, que impedían el progreso del país, y el ofrecimiento de los medios concretos que podían disipar los tenaces espectros del colonialismo. Iba al fondo de los problemas,[34]con fundamentos de filosofía política, doctrinales económicos, de geografía política, históricos, sociológicos. Su método: el estudio comparado.
Estaban presentes la educación, la población, los ferrocarriles, la navegación de los ríos, el respeto a la propiedad y a la industria, eran sus temas cardinales.
Pensado por encima de los partidos, da en formas sencillas soluciones coincidentes que habían buscado las viejos unitarios y los auténticos federales, los que habían emigrado y los que habían padecido la tiranía.
Su exposición reúne las características propias de quien posee una plenitud de conocimiento en la vasta temática que aborda; refleja una visión abierta e inteligente, que permanentemente vincula las realidades institucionales de América, fundadas en su historia.
La impresionante transformación de California, que había contemplado desde Valparaíso, mostraba los medios que podrían canalizar una generosa inmigración.
Del Código de la Joven Argentina y de la Constitución norteamericana extrajo las bases del régimen federal y de un gobierno firme, sin que esto afectara las autonomías provinciales. Haciendo especial hincapié en la diferencia de la distribución espacial del poder en ambas potencias, en función de su historia.
Pone de manifiesto la necesidad de calificar el voto imponiendo a los electores condiciones mínimas de instrucción y fortuna. Como podemos apreciar retoma lo expresado en el Fragmento, expresando taxativamente que: “la inteligencia y la fortuna en cierto grado no son condiciones que excluyan la universalidad del sufragio, desde que ellas son asequibles para todos mediante la educación y la industria.”[35]
Considera que la República es la única forma posible de gobierno para América, pero que está de todos modos lejana y es difícil de lograr.[36] Las circunstancias históricas que ha transitado la República, demuestra que no se había equivocado.
De la constitución de chilena de 1833 tomó el modelo de un Poder Ejecutivo fuerte que, sin ser monárquico, pudiera mantener el orden en un país levantístico.[37]
En la mente de Alberdi, expresa Mayer, no está presente ni la separación de poderes, ni la igualdad de ellos, ni el equilibrio. Todo está armado para que el gobierno lo ejerza predominantemente el ejecutivo.[38]
La organización de un ejecutivo fuerte, lo hace jefe supremo de la Nación, de la administración general del país, de todas las fuerzas de mar y tierra y de la Capital federal; tiene su antecedente más que en la constitución norteamericana – a cuyo ejecutivo le otorga la jefatura suprema del ejército y la armada – en la chilena de 1833, la que le da la jefatura del estado, de la administración, de las fuerzas armadas, la jefatura de gobierno.
Es que nuestro autor estaba convencido, por propia experiencia de vida en el Chile de régimen portaliano, que el ejecutivo era el único que podría hacer viable el régimen de transición, esto es la República posible. Creemos que las siguientes expresiones de Alberdi, son por demás elocuentes: “Dar al poder ejecutivo todo el poder posible, pero dádselo por medio de una constitución.”[39], que a nuestro criterio constituye el orden en libertad. “Respetad al Presidente, con eso solo seréis fuertes e invencibles contra todas las resistencias a la organización nacional; porque el respeto al presidente no es más que el respeto a la constitución en virtud de la cual ha sido electo: es el respeto a la disciplina y a la subordinación que, en lo político como en lo militar, son la llave de la fuerza y de la victoria.”[40] Como vemos se anticipa a los tiempos, el de las democracias plebiscitarias o al de la democracias no republicanas, propias de los populismos.
A la unidad federativa, no nos referiremos por la extensión que demandaría, y por no estar vinculada al enfoque de nuestra disertación; sólo recordaré que el sistema federal unitario propuesto en esta obra, es producto de la experiencia indirecta (los vaivenes de los años subsiguientes a la Revolución Americana y, de la lectura meditada de los principios de orden que proclamara Rossi, en su Curso de derecho constitucional, del tomará ideas para realizar constitucionalmente la unidad federativa argentina, del Proyecto de acta federal para Suiza); y de un estudio pormenorizado de la historia argentina y de sus precedentes años coloniales.
Mayer, resume con claridad meridiana la opinión calificada, desde coetáneos de nuestro Autor a la fecha, cuando afirma “que no se ha escrito en América una obra que tuviera espontáneamente una gravitación tan profunda en el espíritu de su pueblo.” Es que las ideas y recomendaciones alberdianas volcadas en Bases, trascendían los límites políticos de la República Argentina, ya que reflejaban las necesidades vitales para la organización constitucional de las repúblicas hispanoamericanas.

CONSIDERACIONES FINALES

De lo expuesto, a nuestro criterio surge claramente, que Juan Bautista Alberdi fue la una de las mentes más privilegiadas que tuvo la Argentina.
“Es el primer pensador de la patria que razonó y ofreció soluciones concretas a los problemas argentinos.”[41]
Su pensamiento político evolucionó de las ideas que sustentaba la Generación del 37, hasta el prudencialismo político del 52; en este sentido, la etapa chilena del exilio fue decisiva. Lo que, de suyo, no implica que abandonara el objetivo que persiguiera esta Generación: completar la tarea iniciada por la Generación de Mayo.
La coherencia interna del Fragmento preliminar del Estudio del Derecho, La Argentina a 37 años de la Revolución de Mayo y Bases, lo pone en blanco sobre negro.
La síntesis de su viaje intelectual, Bases, imponía, al decir de Alberdi, la consolidación del mismo mediante el transcurso de tres generaciones, de lo que se trataba era de avanzar de la República posible a la República democrática.
El agotamiento del orden conservador, el quiebre institucional del 30, reflejado fundamentalmente en la Acordada de la Corte, derivaron en golpes institucionales y de palacio, diversas formas de populismos, hasta encarnarse en democracias plebiscitarias o democracias autoritarias, de orígenes variopintos.
El tema no es instrumental, es de principios. No se trata de repensar el sistema político, de gobernabilidad; sino de cambio de pautas en nuestra cultura política.
Hemos perdido el rumbo, la única manera de recuperarlo está en la educación política. Es que, la condición de ciudadano y el ejercicio de los derechos políticos, requiere de formación, tanto por parte de la dirigencia como del pueblo.
El fundamento de la misma no es otro que el del prudencialismo, el que al decir de Don Leopoldo Palacios, “aspira a ser la conjunción armónica de lo ideal y lo real, el ensamble del caballero y el escudero, la síntesis de Don Quijote y Sancho.”[42] En particular, diría, la prudencia política, “que se extiende al bien común de la sociedad civil para salvaguardase y preservarle de todo mal”[43]; que redundará eficazmente en las dos fases de la política: la agonal y arquitectónica.
Las vísperas del Bicentenario constituyen una buena oportunidad para reflexionar sobre la vigencia del pensamiento alberdiano, de llevar a cabo esa tarea pendiente que surge de aquellas palabras de nuestro autor: “Yo seré vengado sin ejercer venganza”[44], lo que de suyo, implicaría el compromiso de sacarlo de la oscuridad que le asignaron aquellos protagonistas de la historia que se rigieron por las circunstancias coyunturales, sin tener en cuenta las bases republicanas legadas por el realismo político de nuestro Autor.
Las expectativas del 2011 no pueden ser nuestro norte, las miras no pueden ser tan cortas, ante las circunstancias que vive la República desde hace más de 70 años. El reino de la incultura, de la pobreza estructural, del federalismo inexistente, de la baja calidad de las instituciones republicanas, nos lleva a la necesidad de desandar el camino, para ubicarnos en la República posible - tan bien definida conceptualmente en los contenidos de Bases: Orden en libertad, prudencia política – para desde allí retomar el camino hacia una República democrática.
Lo que en clave política impone formación ciudadana, prudencia política y el regreso a la Constitución Histórica. Orden en libertad.
Un presidencialismo fuerte no necesariamente deriva en un régimen autoritario; si está inserto en una cultura política, embebida en uno de los principios que nos legara Alberdi en su Peregrinación De Luz Del Día, el de la libertad interior, esa potestas que pone frenos a la Omnipotencia del Estado.



* Disertación efectuada por el Dr. Carlos Piedra Buena el 8 de Octubre del 2009 en el Círculo Militar, en el marco del Ciclo de Conferencias organizadas por el Instituto Argentino Chileno de Cultura.
[1] Pereyra Carlos. El pensamiento político de Alberdi. Pág. 7. Editorial América. Madrid. S-F.
[2] Weinberg Félix, El salón literario de 1937. M. Sastre, J. B. Alberdi, J. M. Gutiérrez, E. Echeverría. Pág. 9. Librería Hachette. Buenos Aires. 1958
[3] Cfr. Mayer Jorge. Alberdi y su tiempo. Tomo I. Abeledo-Perrot. Buenos Aires. 1973. Pág.(s) 223 a 228)
[4] Alberdi Juan B. Escritos Póstumos. Tomo XV. Pág.294. Citado por Mayer Jorge. Op. Cit. Pág. 173.
[5] Albedi. Fragmento preliminar. Pág. (s) 139 y 140. Citado en Gilhou. Op. Cit. Pág. 84.
[6] Mayer. Op. Cit. Pág. 178 a 184.
[7] Alberdi. EP. T XV, 298.
[8] Ibidem. 496.
[9] Carta de Rosas a Alberdi. Londres. 11 de Agosto de 1861. AGN, 3-5-15. Citado en Mayer. Op. Cit.
[10] González J.C. La biblioteca hallada en la Casa de Gobierno después de Caseros. ASH. 1941. Citado en Mayer. Op. Cit.
[11] Cfr. Gilhou Dardo. El pensamiento conservador de Alberdi. Pág (s) 18 a 20. Depalma. Buenos Aires 1984.
[12] Donde abreva en los principios de orden que proclamara este autor en su Curso de derecho constitucional, y tomará ideas para realizar constitucionalmente la unidad federativa argentina, del Proyecto de acta federal para Suiza.
[13] Dado que la permanencia de Alberdi en París, es coincidente con la de este pensador quien se hallaba exiliado allí, quien ya era famoso y frecuentaba la amistad de Guizot.
[14] Finalizando de este modo la crisis iniciada tras la abdicación del general Bernardo O´Higgins en 1827, con sus implicancias manifiestas en los enfrentamientos, primero de o´higinistas y carreristas y luego, entre pipiolos (liberales) y pelucones (conservadores).
[15] Iriarte Tomás de. Memorias. T. VII, 281. Citado en Mayer. Op. Cit. Pág. 390.
[16] Mayer. Op. Cit. Pag. 391.
[17] Aquellos originados en tiempos del exilio tucumano, del entonces teniente coronel Francisco Pinto, quien frecuentó diversas familias de la sociedad local, entre ellas la de Alberdi; y donde contrajo matrimonio con Doña Luisa Garmendia Aldunate. De esta unión, nacería otra tucumana, Enriqueta Pinto Garmendia, quien, a la llegada de Alberdi a Chile era la esposa del General Manuel Bulnes, Presidente de la República.
[18] Escapa a las consideraciones de estas reflexiones, por razones de extensión y por la naturaleza de las mismas, detallar el rico entramado de relaciones, actividades, obras, para el cual nos permitimos recomendar la lectura de la obra citada de Mayer.
[19] Cfr. Perez Gilhou. Op. Cit. Pág (s) 17 a 30.
[20] Esto es el pensamiento de Chateaubriant, de Maistre, Bonalt, Tocqueville, Chevalier, Collart, Guizot, Cortés, Pellegrino Rossi; y la restauración monárquica.
[21] Perez Gilhou. Op. Cit. Pág. 30
[22] Ibidem. Pág. (s) 21 y 22
[23] en su Historia de Chile
[24] Pérez Gilhou. Op. Cit.
[25] Alberdi. “La República Argentina 37 años después de su Revolución de Mayo”, 1847, en Obras completas, tomo III, pp. 233s
[26] AGN, 3-2-12 Nro.39. Cit. Mayer. Op. Cit. Pág. 439.
[27] Carta de Garmendia a Alberdi, 30 de diciembre de 1846, BF; el Conservador de Montevideo, 30 Noviembre, 12 de diciembre de 1847. Cit. Mayer. Op. Cit. Pág. 439.
[28] Cfr. Mayer. Op. Cit. Pág. 440.
[29] Cfr. Pérez Gilhou. Op. Cit. Pág. (s) 37 – 38 y 72..
[30] Mayer Jorge. Op. Cit T. 1. Pág. 345.
[31] Cfr. Pereyra Carlos. Op. Cit. Pág. 190 y 191.
[32] Alberdi. EP. Tomo XVI pág. 291.
[33] Alberdi. OC., T. III, 11. Citado en Mayer. Op. Cit. Pág. 534.
[34] Cfr. Mayer. Op Cit. Pág. (s) 533 y ss.
[35] Alberdi. Bases. Cap. XXII. Pág. 152.
[36] Pérez Gilhou. Op. Cit. Pag. (s) 76 y 77.
[37] Alberdi. OC. T. III, 407, 415, 489. T V. 157, 317. EP. T VIII. 471. Citado en Mayer. Op. Cit. Pág. 534.
[38] Pérez Gilou. Op. Cit. Pág. 93 a 111.
[39] Alberdi. Bases. Cap. XXV. Pág. (s) 174 y 175.
[40] Op. Cit. Cap. XXXIV, pág. 263.
[41] Salerno Marcelo Urbano. Las Bases de Alberdi y la influencia de Pellegrino Rossi, separata de Revista Jurídica de Buenos Aires. III. Septiembre – diciembre de 1965. Citado por Pérez Gilhou. Op Cit. Pág. 15
[42] Palacios Leopoldo Eulogio. Prudencia Política. Pág. 13. Instituto de estudios políticos. Madrid. 1945.
[43] Ibidem. Pág.30
[44] Citado en Pereyra Carlos. Op. Cit. Pág. 9.

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