lunes, 6 de mayo de 2013

LA EDUCACIÓN LIBERAL: simiente de la formación del dirigente político *


Un hombre es lo que aprende a ser: esa es la condición humana.”
Michael Oakeshott[1]


             El tema elegido para esta disertación, que materializa mi incorporación formal a esta prestigiosa Corporación, interpreto es por demás pertinente, ya sea tanto en orden a las esencias de esta Academia, artes y ciencias, como por su actualidad meridiana.
En este último sentido, como es sabido, siempre lo ha sido desde que los hombres comenzaron a especular sobre asuntos políticos y buen gobierno.

Necesidad de la educación política

Priorizar lo político no significa politizarlo todo - como se tiende a entenderlo hoy por la influencia de una equivocada, reducida y pedestre concepción de la política - sino volver a considerarla en su sentido original, con su luminosa tradición desde los clásicos griegos, donde desde muy antiguo ya encontramos las trazas de esa visión que acertará a sintetizar Aristóteles con su concepto arquitectónico de la Política.[2]
Ha sido normalmente en épocas de crisis, donde las ideas políticas han dado un salto cualitativo, y paradójicamente aquellos que las impulsaron, en general no pudieron ver el logro de sus aportes en vida.  
Nuestros tiempos, tanto en la realidad nacional como internacional, no constituyen una excepción. Es que el tema que nos ocupa es propio del hombre, realidad que trasciende lo espacial y lo temporal.
Días atrás, la ex Secretaria de Estado de los Estados Unidos de Norteamérica, Condoleezza Rice[3], ha sostenido en la Universidad del Estado de Misissippi, “que una democracia madura requiere que los ciudadanos entiendan no sólo sus derechos individuales, sino también sus responsabilidades”. Rice enfatizó que la calidad de la educación es clave para tal concepto. Sosteniendo además, que la democracia toma tiempos, y que democracia y libertad no son lo mismo[4]. Explicó, además, que una democracia madura y estable no puede ser una dictadura de las mayorías ni una fuerte explotación de las debilidades.
            Como vemos los contenidos del discurso de la doctora Rice, implican una serie de conceptos centrales para el buen funcionamiento de lo que se ha dado en llamar la calidad de la democracia; entre lo  que destaca claramente, en relación a nuestra disertación, que la educación es clave para alcanzar esta premisa.  

¿De qué educación estamos hablando?

        Responder a este interrogante, presupone considerar tres términos íntimamente relacionados, pero conceptualmente distintos: educación, instrucción y formación.
Sin entrar en detalles, atento a la calidad de la formación de todos y cada uno de Ustedes y el tiempo disponible, salgamos de esta fronda, afirmando a vuela pluma, que de la complementariedad equilibrada de las dos primeras surge naturalmente la formación.
            A modo de ejemplo, recordemos lo sostenido por dos hombres preeminentes de la Generación del 37: Juan Bautista Alberdi y Domingo Faustino Sarmiento; los que frente a las necesidades de la Argentina incipiente, el primero hacía hincapié en la instrucción, mientras que el segundo privilegiaba la educación. La armoniosa respuesta llevada a cabo por aquellos antepasados que institucionalizaron la República, estuvo nutrida de ambas, y su resultado se plasmó, no sólo en la formación de los dirigentes de la Generación del Ochenta y de aquellas derivadas de la misma, sino también en un férreo compromiso ciudadano.
            De aquellos tiempos, entre otros, dejaron testimonio Georges Clemenceau, Federico Pinedo, Carlos Ibarguren, Ramón José Cárcano, Nicolás Repetto, Archibaldo Lanús; respectivamente,  en sus “La Argentina del Centenario”, “En tiempos de la República”, “La historia que he vivido” “Mis primeros ochenta años”, “Mi paso por la política”, “Aquel apogeo”.
            Los cambios en el mundo, la sociedad de masas - descripta con precisión por Ortega y Gasset[5] –, la crisis de la modernidad, el despertar de las ideologías y la irrupción de los populismos, cambiaron sensiblemente a nuestra sociedad y por ende, la calidad política nacional.
La experiencia histórica viene demostrando que la perfección institucional es insuficiente; lo determinante son las personas que dan vida a esas organizaciones.[6] Nuestra realidad nacional lo pone en evidencia.

Los dirigentes

José Luís de Imaz, hace casi cincuenta años publicaba su ya clásico “Los que mandan[7], donde ponía en negro sobre blanco la ausencia de una clase dirigente.  
Cuando nos referimos a los dirigentes, como es sabido, abarcamos un amplio abanico de roles, que bien podríamos aglutinar en tres dimensiones de actuación del hombre: la política, la empresarial y la de las organizaciones de la sociedad civil.
Cinco años antes, de que este Maestro de la sociología argentina publicara la Obra de referencia, Pablo Lucas Verdú, expresaba, que las instituciones tipificadas como políticas, “adquieren un rol clave en tanto representan un ordenamiento de poder y autoridad[8].
Teniendo en cuenta su aserción, es que, focalizaremos nuestra atención en los dirigentes políticos; quienes en el ejercicio de las responsabilidades propias de los cargos que ocupen – ya sea en las instituciones políticas republicanas, como en partidos políticos –, desarrollan básicamente las clásicas funciones de gobierno y consejo. Las que presuponen de suyo, una serie de condiciones y capacidades en diversas gradaciones, que van mucho más allá de la idoneidad especificada en artículo 16 de nuestra Constitución[9], ya que este, como es sabido, está referido a igualdad jurídica, a igualdad ante la ley, esto es, insonomía.   
            ¿Cuáles son entonces las capacidades y competencias requeridas a un gobernante, administrador público, asesor y/o consejero? ¿hay necesidad de una formación previa? ¿se requiere de un saber profesional y/o técnico? ¿se necesitan dotes innatas o se pueden adquirir? ...  Algunas respuestas pueden ser opinables, con excepción de aquella que nos brinda la sabiduría del pensamiento perenne.
Fulbert de Chartres - nos recordaba Russell Kirk - decía a sus discípulos, “Somos enanos montados sobre los hombros de los gigantes”. El gran escolástico daba a entender que nosotros, hombres modernos – y la gente del siglo once pensaba de sí mismo como hoy lo hacemos – inclinamos nuestra opinión hacia que la sabiduría ha nacido con nuestra generación. Que vemos más lejos sólo por la tremenda estatura de esos gigantes, que son nuestros ancestros, sobre cuyos hombros estamos parados. Nuestra civilización es una inmensa continuidad y esencia. Fulbert, el Obispo de Chartres estaba en lo cierto: si ignoramos o despreciamos esos gigantes ancestrales, quienes nos sostienen en nuestra moderna vanagloria, nos desplomaremos en el foso de la sinrazón.[10]   
            Es por lo tanto de sentido común, darnos cuenta que la respuesta a nuestros interrogantes, al menos en lo atinente a su esencias - distinto podría ser el de sus accidentes, propios de la realidad circundante – la encontraremos en las humanidades.
            Claro está que en estos tiempos de cambio e incertidumbre, en donde el hombre ha perdido la noción de su trascendencia, el sentido común no es moneda corriente, tal cual lo afirmaba en otras palabras Gilbert Keith Chesterton, cuando escribió para el GK`s Weekly un espléndido artículo sobre la importancia de la filosofía, en el que incluía esta observación: “Una sociedad está en decadencia, definitiva o transitoria, cuando el sentido común ha llegado a ser poco común”.[11] Pero es necesario, darnos cuenta que la única alternativa al pensamiento débil está en las humanidades, y en ellas debemos abrevar para salir de esta aporía.
            Y en este sentido el compromiso de los intelectuales, de los universitarios es fundamental y decisivo, porque la crisis de la sociedad, de nuestras instituciones, es debida a la ausencia de ese testimonio, a la primacía de las ideologías sobre el pensamiento, como los expresaran, tan claramente y desde distintas perspectivas entre otros, Allan Bloom[12] y  Thomas Molnar.[13] 
            Este compromiso no implica la participación directa de los intelectuales en la política, tal cual lo pone en evidencia la historia de las ideas políticas, todo lo contrario, esta ha sido la excepción.

Académicos y políticos

En un libro de reciente publicación[14], Mary Ann Glendon traza los puntos culminantes de la larga historia de la relación entre intelectuales y políticos, y en su Prefacio[15], precisa que la Historia provee pocos ejemplos de prominentes actores políticos, quienes como Cicerón y Edmund Burke, son recordados por importantes contribuciones al pensamiento político, tan bien como, por distinguidos servicios públicos. En cuanto a teóricos políticos, que han incursionado en esta arena, algunos de los más eminentes – Platón, Tocqueville, y Weber, por ejemplo – fueron sorprendentemente inefectivos en la misma. En algunos casos, las circunstancias fueron desfavorables; en otros, el fracaso no se debió a su fortuna sino a ellos mismos. Las cualidades que hicieron un excelente alumno o profesor, como Weber admitió, no siempre coincidieron con las que hicieron a otro un efectivo actor público. La óptima coincidencia de talentos, condición favorable, y simple suerte siempre será elusiva.
Es muy raro que el thymos y el eros de la mente sean tan oportunamente combinados como lo fueron en Cicerón y Burke.[16]
            Académicos, a menudo, han ejercido considerable influencia sobre políticos, ya sea como consejeros de gobernantes, o a través de sus escritos. Pero la influencia de erudición puede ser un difícil negocio. Algunos de los más influyentes pensadores – como fue el caso de Hobbes, Rousseau, Marx – tuvieron poca o ninguna experiencia en el mundo de la política práctica. Además, las ideas deducidas de sus conceptos pueden transformarse en formas sorprendentes. Conceptos tomados de trabajos de Maquiavelo, Rosseau, Montesquieu, Lock y Marx han tenido efectos de gran alcance sobre discursos y movimientos políticos, pero no siempre los efectos que esos autores esperaban. De hecho, las ideas que han migrado de la teoría a la política práctica, a menudo son meros fragmentos, arrancados del escenario que dieron matiz y balance.[17] 
Es que las ideas tiene consecuencias, como expresara Richard Weaver[18], un ejemplo de ello, vinculado a nuestra realidad sudamericana lo desarrolló en  profundidad Luis Alberto Herrera, al referirse a principios del siglo XX a los procesos independentistas sudamericanos.[19]

Las funciones de gobierno y de consejo

Saliendo de este breve excursus, sobre la difícil situación de dirigentes que unan el foro y la academia, y continuando con el tema que nos ocupa – la formación del dirigente político -, se hace necesario precisar que cuando nos referimos a esa figura, estamos pensando en aquellos que potencialmente llevaran a cabo funciones de gobierno y/o de consejo en instituciones políticas.
Si bien ambas funciones difieren sensiblemente en responsabilidades, competencias y capacidades, requieren de muchos aspectos comunes en su formación. Nos estamos refriendo taxativamente a la educación liberal. Teniendo muy presente que no es una exclusividad de la política, dado que los saberes derivados de la misma son de aplicación a distintas exteriorizaciones del hombre hacia y con su entorno, tal cual lo precisaba Antonio Millán Puelles[20], al referirse a la función social de los saberes liberales.
El destacado pensador español, al referirse al saber específico del gobernante, explicitaba que la ley es también y ante todo una enseñanza. Su valor doctrinal antecede a su carácter normativo. En este sentido el legislador es, a su modo, un pedagogo. Alecciona y conmina a la Ciudad; manda y enseña. Pero para enseñar hay que saber. Y esta es la razón de que Aristóteles, al preguntarse en la Ética Nicomaquea por lo que hace  idóneo al hombre para establecer leyes, y dando como sobrentendido todo lo que afecta a las demás condiciones, fije su atención en la necesidad de que el gobernante esté provisto de un saber político que no se agota en la sola experiencia de los negocios públicos, aunque tampoco debe desdeñarla.[21]
            Quizás sea interesante, debido a lo difícil de precisar, detenernos a considerar brevemente, algunos aspectos de este rol, tan próximo al gobernante, que conocemos como consejero[22]. Ya que esta figura, en general, no es tan conocida como la del conductor político, cuyas características y capacidades podemos ubicar o inferir, a través de disímiles géneros literarios de la Antigüedad y del Medioevo fundamentalmente.
            El término carece, tanto en la práctica como en los estudios políticos, de un significado bien establecido; el mismo contiene, desde el status no oficial de muchos consejeros, y la gran variedad de sus roles[23], comparados con aquellos que lo son  de carácter oficial, cuyo poder ha sido bien definido por la ley y las costumbres[24]. Situaciones disímiles en sí mismo, que no facilitan su fácil comprensión, sobre todo cuando el término es utilizado para personas activas en muy diferentes contextos culturales desde hace tantos  milenios.
A través de la más antigua literatura y de documentos históricos, podemos ver al consejero conformando la estructura política, tanto como el mismo rey. Los viejos mitos, escribía Bacon, muestran la inseparable conjunción de consejo con reyes. Esta conjunción deriva de varias necesidades de gobierno coincidiendo con una variedad de funciones desempeñadas por los consejeros; esto es, como amigo, educador, conciencia, ojos y oídos, ejecutor y asesor.[25]
Pueden ser multitud los que ejerzan los oficios de las ciencias, pero no son muchos los que se distinguen porque piensan, hablan y actúan de manera apropiada en las relaciones de la persona, la familia y la comunidad política[26].
Estos son los hombres y mujeres que se requieren para ejercer las tradicionales funciones de gobierno y consejo. La experiencia indirecta, la que nos transmiten los gigantes de los que hablaba el Obispo de Chautre, nos indica que para alcanzar esta condición de prestigio moral, de carácter, que hacen a la esencia de la idoneidad profesional, requerida por la conducción y el consejo político, implican la necesidad de una férrea formación en los valores y virtudes humanas.
Es esta formación, la que otorgará a aquellos que deban asumir las funciones de gobierno y/o de consejo de la comunidad política, aquella actitud que explicitaba Don Eulogio Palacio, esto es: la concepción moral de la prudencia, que descansa sobre una filosofía verdadera de la vida y del hombre, salva cuanto hay que salvar de permanencia y universalidad en los principios de la acción humana, haciendo compatibles el ser fijo, necesario inmutable de la ley moral y la índole contingente y temporal de nuestra vida.[27]
Indudablemente el Maestro español ratificaba una vez más, que la eficacia del dirigente político descansa, sobre la base de la virtud par excellence del mismo: la prudencia política, esa conjunción armónica de lo ideal y lo real, el ensamblaje del caballero y el escudero, la síntesis de Don Quijote y Sancho.

La educación liberal

Mucho se ha escrito sobre la educación liberal o clásica, desde que el Cardenal  John Henry Newman publicara su Idea de la Universidad en 1852[28]. Interpretamos que esta es una obra central, propia para su lectura y consideración en estos momentos de crisis y de vaciamiento de humanidades en la enseñanza superior. Las palabras iniciales de su Prefacio, hablan por sí solo: “El punto de vista tomado en estos discursos es el siguiente: esto es un lugar de enseñanza del conocimiento universal. Lo que implica que su objeto es, por un lado intelectual, no moral; y por otro es la difusión y extensión de conocimiento más que progreso. Si su objeto fuera descubrimientos científicos y filosóficos, no veo porque una Universidad debiera tener estudiantes; si fuera capacitación religiosa, no veo como esto pueda ser el asiento de la literatura y la ciencia. Tal es la Universidad en su esencia”. 
La importancia de esta obra radica en su claridad y actualidad, que desde su publicación ha servido de disparador para iniciativas de debate y consideración, de la vigencia del estudio de las artes liberales en la formación de la dirigencia. Un ejemplo paradigmático de lo expresado, lo constituye la iniciativa de traducción personal de esta obra y la difusión de sus ideas, por parte de esa figura relevante de nuestra  historia política e institucional que fuera el doctor D Indalecio Gómez.[29]  
A los efectos de acercarnos a un concepto más acabado sobre la educación liberal, adecuada a nuestros tiempos, creo pertinente seguir el discurrir de Leo Strauss[30] [31]; quien sostenía que la educación liberal es la educación en la cultura o parte de la cultura, entendiendo por esta, en su sentido derivado y actual, como el cultivo de la mente, el cuidado y mejoramiento de las facultades innatas de la misma según su naturaleza. Que esto requiere de maestros, pero que es muy difícil encontrarlos, y que a su vez estos son y deben ser discípulos, pero como no puede haber una regresión infinita: en último término debe haber maestros que no sean a su vez discípulos. Y que estos, entonces, son las grandes mentes, hombres extremadamente difíciles de hallar. Por tanto se hace necesario buscarlos en los libros.
La educación liberal entonces consistirá en el estudio con el cuidado apropiado de los grandes libros que esas mentes dejaron, un estudio en que los alumnos más experimentados ayudan a aquellos que no lo son tanto, inclusive a los principiantes.
Para este autor no es una tarea fácil, visualizando entre los principales escollos que: en principio, la comunidad de las mentes más grandes está desgarrada por la discordia, e inclusive por distintos tipos de discordia; en segundo lugar, que la educación liberal es la educación en la cultura,  identificado a esta como la entiende la tradición occidental, pero que tenemos que tener muy presente que existen otras culturas.[32]
Siguiendo el discurrir de Strauss, nos vamos acercando por aproximaciones a un concepto más preciso sobre esta temática, hasta expresar que la educación liberal es un tipo de educación letrada: una educación en las letras o través de las mismas. A partir de allí vincula a la educación liberal con la democracia en su acepción clásica, donde la virtud tiene un lugar de privilegio, lo que como es sabido exige sabiduría, con lo cual se supone que la democracia es una aristocracia ampliada y universal. Para luego fijar su atención en la democracia moderna, la que sería un gobierno de masas, de no ser por el hecho que las masas no pueden gobernar, sino que están gobernadas por élites.
A partir de allí se extiende en lo que se considera como cultura de masas, la que puede adquirirse por medio de las capacidades más bajas, sin esfuerzo intelectual o moral. Y es en este contexto donde la educación liberal hoy, es el antídoto para la cultura de masas, para sus efectos corrosivos, para su tendencia inherente a producir sólo especialistas, sin espíritu o visión. La educación liberal es, entonces, la escalera por la que intentamos ascender de la democracia de masas a la democracia en su sentido originario, es el esfuerzo necesario para fundar una aristocracia dentro de la sociedad de masas democrática.
En extrema síntesis, lo que Strauss está diciéndonos es que la educación liberal, consiste en el trato constante con las mentes más grandes, es un entrenamiento en la forma alta de la modestia, es a su vez un entrenamiento en la audacia: nos exige una ruptura completa con el ruido, con el apuro, la irreflexión, la vulgaridad de la feria de las Vanidades de los intelectuales así como de sus enemigos.
Si percibimos que estas últimas consideraciones strausianas, nos llevan a conjeturar que entramos en el mundo de las entelequias, es tiempo entonces, de recurrir nuevamente al que fuera maestro de las paradojas, cuando afirmaba que si las cosas nos engañan es porque son más reales de lo que parecen[33]. Así lo confirma aquella anécdota que relata la visita de cortesía que efectuara en 1939, en oportunidad de iniciar su segundo mandato presidencial, Franklin D. Roosvelt al prestigioso Juez del Tribunal de Justicia, Oliver Wendell Holmes, al que encontró en su despacho leyendo a Platón, y entonces le preguntó “¿porqué lee a Platón, señor Juez?”, él respondió “Para mejorar mi mente señor Presidente”. [34]

La educación política

            Esta expresión, tal cual lo expresara, Michael Oakeshott[35] en 1975, está pasando un momento difícil; en la intencionada y solapada corrupción del lenguaje que caracteriza nuestra época, ha adquirido un significado siniestro. En otros lugares - continuaba el filósofo británico, especialmente interesado, como es sabido, por la filosofía política, la historia, la educación,  la religión, y la estética – se la asocia con el reblandecimiento de la mente, por medio de la fuerza, del alarmismo o de la hipnosis que produce la incesante repetición de lo que apenas valdría la pena haber dicho una sola vez, a través del cual poblaciones enteras se vieron reducidas a la sumisión. Por lo tanto, vale la pena reconsiderar, en un momento de calma, como deberíamos entender  esta expresión que une dos actividades loables, y, de esta manera, contribuir un poco a rescatarla del abuso del cual ha sido objeto.
Como podemos apreciar, este es también un concepto, que también ha sido cooptado por las ideologías temporales reinantes, al igual que lo fueran tantos otros - como democracia, socialismo, utopía, mito, progreso -, principalmente desde mediados del siglo decimonónico, transformándolos en equívocos.
Si bien lo precedentemente citado, por este brillante pensador, fue expresado en el contexto de ese período de la Historia conocido como el de la era de las ideologías, signado por esa forma autocrática que la humanidad nunca había conocido, la de los totalitarismos[36], en su etapa de la Guerra Fría; podemos afirmar que hoy, sigue siendo vigente, debido a que nuestros tiempos están indudablemente marcados por esa forma de pensamiento débil, tan propia de esa realidad que algunos califican de líquida, donde el relativismo imperante descalifica lo considerado política o históricamente incorrecto.
Situación que interpretada, en clave política, amenaza romper el equilibrio cuasi perfecto de los principios de libertad e igualdad que caracterizan a las democracias republicanas, dando lugar a la irrupción de esas formas autocráticas definidas como democracias autoritarias. Donde el concepto de educación política sigue siendo equívoco, y una de sus acepciones estaría al servicio de las ideologías  y/o intereses reinantes.
Oakenshott hacía referencia, a la necesidad de reconsiderar la expresión educación liberal en calma. Esto es, interpretamos, alejarnos del ruido propio de nuestros tiempos, de la saturación de la información cotidiana a que nos sometemos, de buscar el silencio que nos ayude a repensar la necesidad de volver nuestra vista a la concepción clásica de la educación política, que tanto facilitó la formación de dirigentes de todos los tiempos, los que destacaron como gobernantes y/o consejeros, y que fueran reconocidos como estadistas.

La educación política en la Antigüedad clásica

Considerar la educación política en la Antigüedad clásica, o grecorromana, excede en demasía no sólo el tiempo disponible de esta disertación, sino su finalidad. Pero no es posible soslayar su importancia, lo vasto de sus contenidos y sus protagonistas relevantes.
Es por esa razón, que sugiero vivamente, remitirse a la Obra de Ricardo Rovira Reich que he citada en varias oportunidades. La que, en principio, resume de manera clara e inteligente, el pensamiento de los principales filósofos políticos de la Antigüedad clásica griega y romana, en todo aquello que puede tener aplicación para la formación política de los ciudadanos y sus gobernantes. Es así, que ubicándonos en la Atenas de tiempos de Pericles, vemos pasan ante nosotros las figuras y el pensamiento vivo de Platón, Jenofonte, Isócrates, Platón y Demóstenes; como asimismo al considerar el humanismo romano, lo hacen Cicerón, Séneca y Tácito. Para luego, focalizar su atención en el análisis de la Obra de Plutarco, destacando el enfoque sapiencial del queronense, que si bien es un autor pagano, que no manifiesta ningún conocimiento sobre la existencia del naciente cristianismo de su época, las consideraciones del buen gobernante que realiza, están muy próximas al pensamiento de la Edad Media y a los escritos educativos renacentistas, esto es, los Specula Principis.
            Plutarco conjuntamente con Polibio, son quienes por primera vez establecieron la relación la distinción entre historia y biografía[37]. Y es en este género donde aparece el erudito, el moralista, el pedagogo, el político y el hombre interesado en el pasado, que busca conocer para poder imitar o evitar – tanto como sus lectores – a la vez que intenta demostrar la aplicación práctica, en vidas reales, de sus teorías éticas.
            En términos generales, podríamos afirmar que en sus Moralias asienta las teorías, y en las Vidas Paralelas aplica y demuestra esas teorías en la práctica. Como es sabido, estas últimas reúnen cincuenta biografías, distribuidas en veintitrés pares - donde cada una de ellas incluye la oposición de un personaje griego a otro romano - seguidos de una comparación, más cuatro semblanzas individuales. Su finalidad didáctica moral, que contiene su objetivo más específico de formación para el buen gobierno, encuentra un instrumento adecuado en el recurso de la synkrisis.

La imaginación moral

            "Es la imaginación la que gobierna la raza humana". Ningún profesor de literatura escribió estas palabras: es un aforismo del jefe de los grandes batallones, Napoleón Bonaparte.[38]
            Russell Kirk, asevera que por medio de la imaginación se mueven nuestras mentes, se dirigen nuestras emociones y se forma nuestro carácter; y si la imaginación es pobre, una sociedad se degrada así misma. Con la palabra imaginación, Kirk quiere significar: la formación de imágenes por medio del arte, un tipo de semejanza general, una similitud, una representación descriptiva, una exhibición de imágenes ideales a la mente, una ilustración figurativa. Imaginación es la representación mental o la producción de imágenes en la mente. Nuestras vidas se forman caprichosamente sobre modelos que percibimos e imitamos.[39] Se pueden distinguir tres tipos de imaginación[40]: la moral, la idílica, la diabólica. La imaginación moral está conformada por los grandes poetas éticos. La imaginación idílica responde a fantasías primitivas - a las nociones de Rousseau por ejemplo; ella despertó las emociones radicales de la gente joven en los años sesenta, aún cuando ellos pudieran conocer a Rousseau por tercera mano. La imaginación diabólica ama la violencia y lo perverso; no se necesita ir tan lejos como a Sade para encontrarla; está presente en el D.H. Lawrence[41].
            Interpretamos que los tres tipos de imaginación, a los que se refiere Kirk, de una u otra manera, incidirán en los hombres e impactarán en distintas gradaciones sobre cada uno de nosotros, de nuestras sociedades y en la vida política; pero que es la imaginación moral, la más importante para la formación política de los dirigentes.
Quien introdujo este término en el discurso político fue Edmund Burke[42], y Lionel Trilling quien popularizó esta expresión en nuestros tiempos.[43] 
            Russell Kirk[44] vio a la imaginación moral como un regalo de Platón, Virgilio y Dante; y junto a Edmund Burke atribuyeron a la imaginación moral el poder de la percepción, que posee valor universal y que testifica la dignidad humana.
Los líderes políticos y educativos, igual que los escritores de ficción, acusa Kirk, carecen de imaginación moral cuando degradan sus criterios, principios y normas.
            De todo ello, podemos inferir la importancia de este tipo de imaginación en la formación moral y del carácter del dirigente.

La formación del dirigente político hoy

            En esta apretada síntesis, hemos tratado de indagar acerca de la formación del dirigente, en particular la del político, por ser el conductor natural de las instituciones que representan un ordenamiento de poder y autoridad.
            Para lo cual hemos espigado en el pensamiento perenne, arribando a la conclusión de que la esencia de la misma debe descansar sobre una formación- que de suyo,  no difiere en sus esencias, a la de otro tipo de dirigentes – basada en las humanidades, en las que adquiere un rol central la filosofía, la historia, la antropología, la literatura; ya que todas ellas le permitirán conocer la naturaleza humana y las circunstancias que enmarcan su comportamiento.
            Lo que no implica, que en su justa medida, la idoneidad requerida al gobernante, presupone además una instrucción en técnicas políticas y otras específicas en relación al campo particular propio de las funciones de gobierno y consejo circunstanciales.
En este sentido, interpreto adecuado, por lo emblemático de su mensaje, compartir con Ustedes un fragmento de un discurso, que Alexis de Tocqueville pronunciara en 1852 en la Academia Francesa de Ciencias Morales y Políticas, en donde reflexionando sobre la relación entre teoría y práctica en política, afirmaba que en su juventud había considerado a la ciencia política como la ruta para el gobernar, pero que después de doce años en la Legislatura, se había dado cuenta que la práctica de la política requiere diferentes cualidades que necesitan ser estudiadas. Aún así, había aprendido a apreciar el rol de las ideas como una poderosa fuerza política. "¿Quienes produjeron la Revolución Francesa, sencillamente, el más grande evento en la historia? Hombres de teoría, quienes implantaron en la mente de nuestros padres todas las semillas de la innovación de las cuales germinaron repentinamente muchas instituciones políticas y leyes civiles desconocidas en tiempos anteriores".[45]
            Las épocas cambian, las culturas con ellas, los valores perennes se adecuan a los mismos, en lo atinente a esas realidades que los tiempos y los espacios geográficos demandan. Esa es la razón de la equilibrada convivencia de universales y particulares culturales.
            Recientemente se ha editado en castellano, una compilación de obras de Max Scheler, que incluye algunos escritos suyos sobre la importancia de la imitación de los buenos ejemplos para la vida pública.[46]Los mismos fueron escritos en las primeras décadas del siglo XX, donde encontramos una temática que podríamos suponer propia de nuestra actualidad, el liderazgo. Como vemos, siguiendo el dicho popular, no hay nada nuevo bajo el sol; esta problemática estaba ya sobre el tablero cien años atrás; aunque a fuer de ser sinceros, notamos que no es tratada de forma trivial, como la que vemos en contenidos de verdaderos best sellers, ofrecidos masivamente en mesas de librerías de alto consumo.
            Scheler sostiene, en alguno de estos ensayos, que el liderazgo es un tema central en la Historia, la Sociología y la Filosofía; aunque afirma taxativamente que ser maestro y líder son dos cosas fundamentalmente distintas, es que el Maestro de los valores quiere distinguir y conceder mucha más importancia a los modelos que a los líderes.[47]
            Es que como bien precisa Rovira Reich[48], penetrando en el pensamiento de Scheler a través de un aceitado diálogo con este autor, “los modelos pueden ser ideales, intemporales, no importa sean seres reales o míticos, lo importante es el benéfico influjo sobre nuestra vida. En cambio los líderes deben ser necesariamente personales reales y contemporáneas a nosotros”.
            Los nuestros son tiempos de cambio, donde la incertidumbre impera, como lo fuera en otros momentos de la Historia, ante hechos muy fuertes que han llevado a las gentes, como a nosotros hoy, a replantearse valores, creencias, paradigmas, teorías … las consecuencias también han sido registradas por la historiografía. Aprendamos de las lecciones que nos brindan la filosofía, la historia, las biografías y otros géneros literarios, ya que nos ayudarán a encontrar el camino seguro, a través de distintas sendas, que agrupadas bajo el nombre genérico de formación liberal o clásica, nos harán crecer en virtudes, alimentarán nuestra imaginación moral, dándonos así las aptitudes y herramientas necesarias para ser los buenos gobernantes, consejeros y ciudadanos que estos tiempos de la República imploran.

 * Conferencia pronunciada por el Dr. Carlos A. Piedra Buena el 18 de Abril de 2013, con motivo de su incorporación - como Académico Correspondiente - a la Academia Provincial de Ciencias y Artes "San Isidro".



[1]Oakeshott Michael. Un espacio de aprendizaje. Nota a pie de Pág. 34. En La voz del aprendizaje  liberal. Katz. Buenos Aires. 2009.
[2] Rovira Reich Ricardo. La educación política en la Antigüedad Clásica. El enfoque sapiencial de Plutarco. Pág. XVII. Biblioteca de Autores Cristianos. Universidad Nacional de Educación a Distancia. Madrid. 2012.
[3] Rice Condoleezza: Democracy requires responsibility. Mississippi State University. March 26, 2013. http://www.msstate.edu/web/media/detail.php?id=5966.
[4] Como tan bien lo explicitara Fareed Zakarias. Illiberal Democracy at Home and Abroad. W.W. Norton & Company, Inc. New York. 2007.
[5] Ortega y Gasset José. La rebelión de las masas. Revista de Occidente en Alianza Editorial. Madrid. 1995
[6] Rovira Reich Ricardo. Op. Cit. Pág. XII.
[7] Editorial El Coloquio. Buenos Aires. 1977
[8] Cfr. Verdú Pablo Lucas. Sobre el concepto de institución política. Pág. 29. Revista de Estudios Políticos Nro. 108. Noviembre-Diciembre. 1959. Instituto de Estudios Políticos de Madrid.
[9] “La Nación Argentina no admite prerrogativas de sangre, ni de nacimiento: no hay en ella fueros personales ni títulos de nobleza. Todos sus habitantes son iguales ante la ley, y admisibles en los empleos sin otra condición que la idoneidad. La igualdad es la base del impuesto y de las cargas públicas.”
[10] Kirk Russell. Enemies of the Permanent Things. Pág. 27 y 28. Arlington House. New Rochelle. New York. 1969.
[11] Seco Luis Ignacio. Chesterton. Un escritor para todos los tiempos. Biografías MC. Madrid. 1998.
[12] The Closing of American Mind. Simon & Schuster, Inc. New York. 1987
[13] El utopismo. La herejía perenne. EUDEBA. 1970.
[14] The Forum and the Tower. How scholars and politicians have inmagined the world, from Plato to Eleanor Roosevelt. Oxford University Press. New York. 2011.
[15] Ibidem. Pág. (s) XI y XII
[16] Ibidem. Pág. 7.
[17] Ibidem. XII.
[18] Weaver Richard. Las ideas tienen consecuencias. Ciudadela. Madrid. 2008.
[19] Herrera Luis Alberto. La Revolución Francesa y Sudamérica. Tradinco. Uruguay. 1988.
[20] Millan Puelles Antonio. La función social de los saberes liberales. Rialp. Madrid, 1961
[21] Ibidem. Pág. 89 y 90.
[22] Para lo cual seguiremos la perspectiva teórica de Herber Goldhamer . The advicer. Elsevier North Holland, Inc. New York. 1978.
[23] Como serían los casos de Edwards House, Harry Hopkins e Indalecio Gómez entre otros. Cfr. George Alexander and George Juliette. Woodrows Wilson and Colonel House. A Personality Study. Dover Publications. 1964; Sherwood Robert E. Roosvelt and Hopkins, an intímate History. Copyright. 1948. By Robert E. Sherwoods. E-book formato de libro digital ePub. Tienda Apple; Piedra Buena Carlos A. Indalecio Gómez. Una anamnesis de su itinerario político. En Camusso M.P.E, López I.A, Orfali Fabre M.M. Coordinadores. Doscientos años del humanismo cristiano en la Argentina. Educa. Buenos Aires   22012.
[24] Un ejemplo relevante del mismo lo encontramos en Henry Kissinger durante la gestión de Richard Nixon, ya sea como Asesor de Seguridad Nacional o como Secretario de Estado.
[25] Goldhamer. Op. Cit Pág. (s) 7 y 8.
[26] Labombarda Mauro. Consejo y consejero. Pág. 12. Ediciones Universidad del Salvador. Buenos Aires. 2010.
[27] Palacio Eulogio. Prudencia Política. Pág. 12. Instituto de Estudios Políticos de Madrid. Madrid. 1945.
[28] Newman John Henry. The Idea of a University defined and Illustrated. In Nine Discourses Delivered to the Catholics of Dublin. E-book formato de libro digital ePub. Tienda Apple. Publicado el 5 de Febrero de 2008. 
[29] Documento al que tuve acceso al consultar, aproximadamente hace quince años, en el marco de una investigación sobre el Ilustre Salteño, el Archivo personal de Don Carlos Gómez Alzaga, nieto de Gómez,  recientemente fallecido; y del que dispongo fotocopia del manuscrito original.
[30] Quien, al igual que Eric Voegelin, enseñó Filosofía Política, no a través de tratados de política, sino presentando una gran interpretación de Occidente a través de un análisis de textos clásicos. En el desarrollo de sus enseñanzas buscaron descubrir la Verdad acerca del problema permanente del hombre o de la naturaleza humana, que ellos entendieron en un sentido amplio como problemas políticos. Para nuestro Autor, el tema trascendental creció de la relación de ley y filosofía; mientras que para Voegelin, los asuntos comprometidos surgieron de la relación del orden político y la búsqueda del orden cósmico. Cfr. Kraynak Robert P. Strauss, Voegelin, and Burke: A Tale of Three Conservatives. Pág. (s) 24 y ss. En Modern Age. A Quartely Review. Intercollegiate Studies Institute. Volume 53, Nro.4. Fall 2011.     
[31] Strauss Leo. ¿Qué es la educación liberal? Pág. (s) 13 a 21. En Liberalismo antiguo y moderno. Editorial Katz. Buenos Aires. 2007
[32] En este sentido, creemos pertinente hacer referencia a que Strauss, considera aquí, de manera cuasi implícita, esa problemática de nuestro tiempo que es la del relativismo, cuando hace se refiere a aquellas especulaciones acerca de la cultura, desde posiciones que se refieren a ella ya no como un absoluto, sino que se ha vuelto relativa, lo que da lugar a una serie de culturas, como por ejemplo la urbana, con lo cual se interpretaría como cultura a todo patrón de conducta propio de un grupo humano.
[33] Chesterton Gilbert. Santo Tomás de Aquino. Ediciones Lohle Lumen. Buenso Aires. 1996.
[34] Drinker Bowen Catherine. Yankee from Olympus: Justice Holmes and His Family. Pág. 414. Boston Little Brown. 1944. Citado en Glendon. Op. Cit. Pág. 188
[35] Oakeshott. La educación  política. Pág. 183. En Op. Cit
[36] Que tan bien describiera Hannah Arendt en su Los orígenes del totalitarismo. Alianza editorial. Madrid. 2006. 
[37] Resulta interesante e instructivo, recordar que antes del Queronense, existía un género próximo a este último, como era la literatura de encomio. Quizás los primeros encomios conocidos fueron el Evágoras de Isócrates, y el Agesilao de Jenofonte. Pero no es el género al que pertenecen las Vidas plutarqueas. En el encomio se tiende a la idealización del personaje y afijarse solamente en sus rasgos positivos, así como en su contrario – el vituperio – se centra exclusivamente en lo negativo. En la biografía se atiende, a la vez, a lo positivo y a lo negativo, así como al entorno social, cultural, histórico, etc. Por lo tanto la producción biográfica de Plutarco, se sitúa fuera de de lo historiográfico y de la literatura encomiástica, a pesar de su proximidad con ambas. Cfr. Rovira Reich Ricardo. Op. Cit. Pág. 152. 
[38] Kirk Russell. Perishing for want of Imagery. Modern Age. A Quarterly Review. Pág. 9. Winter 1976, Vol. 20, Nro 1.
[39] Ibidem. Pág. 10-
[40] Ibidem. Pág. (s) 18 y 19.
[41] Se refiere aquí al controvertido escritor inglés David Herbert Richards Lawrence, autor, entre otras novelas de El amante de Lady Chatterley e Hijos y amantes.
[42] Esta frase aparece en un pasaje de sus Reflexiones sobre la Revolución Francesa en que describe la destrucción de las civilizadas costumbres por los revolucionarios.
[43] Himmelfarb Gertrude. The Moral imaginations. From Edmund Burke to Lionel Trilling. Pág. IX. Ivan R. Dee. Chicago. 2006. Esta distinguida historiadora, explora en esta Obra la vida y las mentes de los más brillantes y provocativos pensadores de los tiempos modernos: Edmund Burke, John Stuart Mill, Benjamin Disraeli y Wiston Churchill, Jane Austen y George Eliot, Charles Dickens y John Buchan, Walter Bagheot y los hermanos Knox, Michael Oakeshott y Lionel Trilling. La autora sostiene que ellos ejemplifican lo que Burke – doscientos años atrás – y Trilling - más recientemente – han llamado imaginación moral.   
[44] Panichas George A. Editor. The moral imagination. In Essential Russell Kirk. Selected Essays. Pág. 205ss. ISI. Books. Wilmington, Delaware. 2007.
[45] Gendon. Op. Cit. Pág. 166.
[46] Scheler Amor y conocimiento y otros escritos. Ediciones Palabra, Madrid. 2010
[47] Modelos y líderes. En op. Cit. Pág.(s) 236-237.
[48] Rovira Reich. Op. Cit. Pág. 156-